El instituto fue fundado el 10 de julio de 1990 con la misión que mantiene hasta hoy: promover la conservación y el desarrollo sostenible en la Amazonía
Fue cuando Brasil vivía los últimos años de la Dictadura Militar y estaba sumergido en una profunda crisis económica que llevó a la hiperinflación y al aumento de la desigualdad social, en el período que se conoció como la “década perdida” (1980-1990), que las imágenes de destrucción de la selva amazónica comenzaron a destacarse en los titulares de la prensa nacional e internacional. Y que palabras como deforestación, quemas, explotación maderera y minería ilegal comenzaron a formar parte del léxico cotidiano de los brasileños.
En esa época, el ecólogo estadounidense Christopher Uhl (1949-2025), profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania, actuaba como investigador visitante de Embrapa, donde realizaba investigaciones sobre las áreas degradadas en el este de Pará. Él comenzó a estudiar la Amazonía brasileña después de concluir su doctorado en Ecología Vegetal por la Universidad Estatal de Míchigan, en 1980. Tras investigar, en su tesis, los impactos de la agricultura en la región del Río Negro, en Venezuela, él tomó conocimiento de que la selva amazónica estaba bajo fuerte amenaza de deforestación en Brasil y decidió direccionar esfuerzos para investigar la región. “Me di cuenta de que, si realmente quería entender cómo las actividades humanas estaban impactando los bosques, necesitaría cambiar mi enfoque hacia la Amazonía brasileña, donde los disturbios se estaban volviendo tan extensos y prolongados que amenazaban la integridad del bioma”, contó Uhl en entrevista para Imazon, en 2020.
La estancia del científico en suelo paraense se dio a través de una beca del Programa Hombre y Biosfera de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que tenía como foco estudiar los impactos ecológicos de la cría de ganado en el estado. “Fue también en esa época que me di cuenta de que la Amazonía no estaba siendo impactada solo por la agricultura y la ganadería, sino también por la extracción de madera, creando grandes aperturas en el bosque y la proliferación de incendios”, contó el investigador en la misma entrevista.
  Al recibir una segunda beca de estudios, esta vez para investigar la explotación maderera en Pará, Uhl reclutó a un grupo de jóvenes “preocupados con lo que sucedía en la Amazonía” para ayudarlo. Entre ellos estaban dos recién graduados por la Universidad Federal Rural de la Amazonía (UFRA), en Belém: Beto Veríssimo, en Ingeniería Agronómica, en 1988, y Paulo Barreto, en Ingeniería Forestal, en 1989.
“Aunque todos eran novatos en lo que respecta a la investigación forestal, estaban llenos de inteligencia, sentido común y determinación. Juntos, pasamos un año en el campo y produjimos una serie de cuatro estudios de caso sobre los diferentes impactos de la explotación maderera en distintas regiones de Pará. En general, los resultados revelaron que la actividad se estaba llevando a cabo de forma aleatoria y con desperdicio, lo que resultaba en tiempos de regeneración prolongados y un mayor riesgo de incendio”, recordó Uhl, en 2020.
  Según Barreto, el grupo se formó porque la poca comprensión y la rara documentación de los cambios en la Amazonía eran preocupaciones de Uhl. “Él comprendía que la escasez de investigaciones sobre estas transformaciones debilitaba el debate sobre los problemas y alternativas para la región. Además, identificaba una enorme carencia de profesionales aptos para documentar estos fenómenos”, escribió en una carta publicada en 2000, en conmemoración de los primeros 10 años de Imazon.
A pesar de que estos estudios pioneros fueron publicados en revistas científicas internacionales, Uhl quería ir más allá. “Me di cuenta de que el ecosistema más extraordinario y precioso del planeta estaba realmente amenazado y que no sería suficiente simplemente escribir artículos de investigación documentando el desarrollo de la Amazonía. Era necesario algo más grande, más audaz”, contó el científico, en la misma entrevista.
Barreto recuerda que el trabajo de divulgación de las publicaciones era una prioridad para Uhl. “Puedes publicar estudios de altísimo nivel en las mejores revistas científicas, pero poca gente los lee. Chris quería hacer un esfuerzo adicional para que la gente conociera los resultados de nuestras investigaciones y que eso ayudara a mejorar las decisiones de cómo el ser humano interactúa con la naturaleza”, contó el ingeniero forestal.
El enfoque en la ciencia diferenció a Imazon
La audacia en la que Uhl estaba pensando era precisamente crear una organización no gubernamental (ONG) científica dedicada a promover la conservación y el desarrollo sostenible en la Amazonía. Para ello, el estadounidense escribió una propuesta y se la entregó a Veríssimo para que la leyera durante un viaje de Belém a Afuá, en el Archipiélago de Marajó, en el segundo semestre de 1988. “Me dio un texto impreso con la idea de crear un centro de investigación orientado a buscar soluciones para el uso de la tierra en la Amazonía que tuviera una preocupación social, económica y ambiental. Era una propuesta que ya había sido presentada y aprobada por la Fundación MacArthur, de Estados Unidos, así que tenía financiación para ello”, describe el ingeniero agrónomo.
  Cautivado por la idea, Veríssimo comenzó a incluir discusiones sobre la creación de esta ONG en la rutina de investigación. “Empezamos a hacer una serie de reuniones paralelas con gente de Belém y de fuera sobre esto, desde investigadores hasta tomadores de decisiones. Y todas esas conversaciones se fueron juntando en un documento, que basó la cultura de la organización. Fue un proceso de gestación de casi dos años. No fue un impulso; fue algo muy bien pensado”, recuerda.
El Instituto del Hombre y el Medio Ambiente (Imazon) fue fundado oficialmente el 10 de julio de 1990, en Belém, Pará. Escrita a mano en una hoja con membrete, hoy amarillenta por el paso del tiempo, el acta de fundación de la organización fue firmada por cinco personas. Además de Uhl, Veríssimo y Barreto, Imazon tuvo como cofundadores al agrimensor y abogado Cândido Paraguassú y al geógrafo David McGrath. En el documento, también se relata la elección por unanimidad de Veríssimo como el primer director ejecutivo del instituto.
  El ingeniero agrónomo cuenta que ya existían otras ONGs ambientales en esa época, pero con el activismo como punto central. “Por ser un instituto de investigación, Imazon era muy diferente, tenía otro ADN. Por lo tanto, era una novedad”, comenta Veríssimo.
La primera sede de Imazon fue una pequeña casa alquilada en un condominio de Ananindeua, en la región metropolitana de Belém, donde cinco investigadores comenzaron a trabajar en 1990. Al año siguiente, en 1991, el grupo ya contaba con 15 científicos. “La idea de Chris para los tres primeros años, hasta 1993, era probar Imazon para ver si funcionaba. Si funcionaba, los resultados se harían públicos. Y si no funcionaba, habría sido un intento”, recuerda Veríssimo.
La dedicación del cofundador fue tanta que incluso alquiló una casa al lado de la sede de Imazon, que compartía con Barreto. “También era allí donde preparábamos la comida para los otros investigadores, como si fuera una casa de estudiantes”, cuenta.
  En la oficina del instituto, el grupo también tenía el desafío de dividir entre 15 investigadores los únicos tres ordenadores Macintosh disponibles en esa época. “Teníamos que hacer un horario. Entonces, si llegabas a Imazon a medianoche, habría alguien trabajando. Lo mismo si era a las 5 de la mañana o incluso un domingo”, relata Veríssimo.
Nueva generación de científicos especialistas en la Amazonía
Aunque los primeros estudios de la organización fueron publicados en 1990, fue en 1991 cuando los investigadores ganaron espacio en una revista científica internacional, Forest Ecology and Management, con el artículo “Social, economic, and ecological consequences of selective logging in an Amazon frontier: the case of Tailândia”. La presencia se consolidó en 1992 y 1993, con publicaciones también en las revistas Environmental Conservation y Human Ecology. “En 1992, también se registraron las primeras citas a Imazon en la prensa. Y, en 1993, el instituto empezó a ser más conocido”, afirma Veríssimo.
  El nacimiento del instituto también representó el surgimiento de una nueva generación de científicos especialistas en la Amazonía. Esto se debe a que, en esa época, los investigadores de Imazon no tenían mucha literatura en la que apoyarse, ya que estaban produciendo estudios de frontera del conocimiento.
  Además de Veríssimo y Barreto, entre los mentorados de Uhl al inicio de la organización se encuentran los investigadores Carlos Souza Jr., referencia mundial en el monitoreo de la Amazonía, y Paulo Amaral, uno de los principales estudiosos del manejo y uso sostenible de productos forestales no madereros, gestión ambiental municipal y restauración forestal.
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