La disponibilidad de agua en Brasil es esencial para la producción agropecuaria e industrial, la generación de energía, el abastecimiento doméstico, la pesca y el transporte. Aún más en la Amazonía, donde miles de pueblos y comunidades tradicionales dependen directamente de los ríos para su alimentación y acceso a servicios básicos, como la salud y la educación. Por eso, monitorear los recursos hídricos del país y del bioma es fundamental para garantizar la calidad de vida de la población.
Pensando en ello, la red MapBiomas creó en 2021 la plataforma MapBiomas Agua, cuya coordinación técnica nacional está a cargo de Imazon. A través de esta herramienta, es posible acceder y analizar datos sobre la superficie hídrica brasileña desde 1985, con filtros por estados, municipios, cuencas hidrográficas e incluso embalses cercanos. A partir de esta información, MapBiomas e Imazon han publicado estudios que muestran la tendencia a la reducción de los recursos hídricos en el país y en la Amazonía, emitiendo también recomendaciones para una mayor protección del agua.
El estudio más reciente reveló que, tras 12 años consecutivos con la superficie por debajo de la media, la Amazonía tuvo en 2022 su primer saldo positivo gracias a las lluvias intensas provocadas por el fenómeno La Niña. El año pasado, la región presentó 11,3 millones de hectáreas de superficie de agua, un 13 % más que en 2021. Sin embargo, al igual que la sequía, el exceso de lluvia también representa un problema, ya que provoca inundaciones que generan daños y riesgos para la población, además de afectar la producción de alimentos.
A pesar de ello, la serie histórica de los últimos 38 años muestra que el bioma está más seco, lo que pone en riesgo producciones de zonas de várzea importantes para la economía regional, como el açaí. Entre 1985 y 2022, la Amazonía registró 23 años con la superficie acuática por debajo de la media, 14 años por encima y solo un año dentro del promedio. El peor escenario de sequía ocurrió recientemente, entre 2016 y 2021, cuando esta superficie varió entre un 8 % y un 4 % por debajo de la media.
Este monitoreo y las investigaciones científicas que utilizan sus datos ayudan a identificar cómo las poblaciones están sufriendo las consecuencias de la crisis hídrica. En 2022, en la Amazonía, se registraron casos extremos de sequías e inundaciones en un mismo año en estados como Acre y Amazonas.
A través de la plataforma MapBiomas Agua, Imazon también ha realizado análisis específicos sobre los recursos hídricos en territorios altamente presionados, como la Tierra Indígena Yanomami. Según el instituto, 1.600 hectáreas de la superficie de agua yanomami (8 %) están a al menos 1 km de distancia de alguna mina ilegal, con probable contaminación por mercurio.
Antes de la creación de esta herramienta, en 2019, una investigación realizada por Imazon en colaboración con WWF-Brasil ya había puesto el tema de la reducción del agua en la agenda pública. El estudio mostró que la disminución de las áreas inundadas es causada por alteraciones en el régimen de lluvias, por la deforestación y por la ejecución indiscriminada de obras de infraestructura, que afectan la dinámica natural del ecosistema y provocan cambios en los flujos hídricos. En ese momento, la franja más afectada por estas múltiples intervenciones humanas coincidía con el llamado “arco de la deforestación”, en la porción sur de la Amazonía.
Además de ese trabajo, el instituto también realiza análisis sobre la calidad del agua, así como de la fauna y flora acuáticas en unidades de conservación, con el fin de elaborar planes de manejo. Un ejemplo de ello fue el estudio de los lagos Jará, Tucunaré, Laguinho y Curumucuri, ubicados en el Área de Protección Ambiental (APA) Jará, en Juruti, al oeste del estado de Pará. Este análisis verificó si el agua de esas zonas era apta para el consumo humano y el uso recreativo.